SALIDA A UN BOSQUE ARTIFICIAL
Breve
historia de las Choperas en La Vega de Granada
En el periódico Ideal del domingo 27 de marzo
de 2016 se publicó un artículo titulado Los chopos de Isabel.
El texto era una especie de quejido sobre la preocupante situación
de las choperas en la provincia de Granada,
y mas concretamente en la Vega de Granada, donde,
por falta de rentabilidad, la superficie plantada viene disminuyendo
año tras año. Siempre tuve (y tengo) simpatía por las choperas,
así que leí con atención el artículo. Al terminar, decidí que
podía ser buen momento para contribuir con mi granito de arena (o mi
gota de agua) a favor de la causa, dejando por escrito algunas
experiencias y reflexiones personales sobre estas hermosas arboledas,
unas artificiales y otras naturalizadas que festonean, y dan color
otoñal, a las vegas y riberas de nuestros ríos.
Isabel, la del artículo, perteneciente a la tercera
generación de una familia de “choperos de toda la vida”, daba
unas cifras contundentes. Hace una década, en la provincia de
Granada se contabilizaban 8.000 hectáreas, mientras que ahora apenas
llegan a las 5.000, pese a que España es deficitaria y necesita
importar madera de chopo. La principal causa de ese descenso obedece
a que las cuentas no salen, en beneficio de otros cultivos ahora
emergentes, como los ajos o los espárragos para el caso de la vega
granadina.
En la Vega de Granada había a
principios de los años 80 del siglo pasado 2.600 hectáreas de
choepras, superficie que viene reduciéndose con los años al no
reponerse muchas de las plantaciones cortadas
Cuando las cosas se plantean en términos
exclusivamente economicistas, bajo la lógica comprensible del
propietario de la tierra o del agricultor, muchas veces la sociedad
(o si se quiere la administración) olvida otras consideraciones que
también podrían valorarse, y por tanto adquirir precio si nos
atuviéramos a la ley de mercado. Porque las choperas valen mucho más
que la madera que producen, igual que les pasa a los bosques, o a los
ríos, que, muchas veces se ha dicho, valdrían mucho más que el
precio del agua que transportan. Por ejemplo, y sin pretender ser
exhaustivo, las choperas han marcado el paisaje
cultural de los últimos siglos en la Vega de Granada, de forma que
forman parte del paisaje histórico y del patrimonio
emocional de los granadinos. “Creo que mi sitio está entre estos
chopos musicales y estos ríos líricos que son un remanso
continuado, porque mi corazón descansa de una manera definitiva y me
burlo de mis pasiones que en la torre de la ciudad me acosan como un
rebaño de panteras”. Esas palabras de Federico García
Lorca, dirigidas a su amigo Melchor Fernández Almagro en
una carta fechada en 1921, siguen estando (más que nunca) de
actualidad, de manera que hoy, aparte de una imperiosa necesidad, es
un auténtico placer pasearse, por ejemplo, por estas choperas
musicales, si bien los ríos líricos ya han desaparecido, y esas
arboledas, por lo que nos dicen, van camino de ello. Son muchas las
esperanzas senderistas depositadas en los caminos que recorren la
magnífica vega granadina aprovechando las márgenes de los ríos
Genil y Cubillas, auténticas vías verdes de expansión, recreo y,
por qué no, de turismo rural.
Pero es que, además, las choperas constituyen unos
agro-ecosistemas muy interesantes desde el punto de
vista ambiental, al haberse convertido en morada o refugio de muchas
especies animales, a modo de amables oasis arbóreos dentro de
grandes extensiones intensivamente roturadas y cultivadas. Pero es
que, además, son sumideros de CO2,
aspecto muy a tener en cuenta cuando están a las puertas de una gran
ciudad como es Granada, con un elevado grado de contaminación
atmosférica. Y durante las insoportables y tórridas noches de
verano de otros lugares, es bueno recordar ese microclima de la
ciudad de Granada y los pueblos de la vega, donde se refresca y
humedece el ambiente al anochecer, precisamente por el agua
vaporizada, en gran parte, desde las choperas y bosques cercanos. Eso
mismo hacen ahora (con consumo eléctrico) los modernos vaporizadores
instalados en restaurantes y plazas de muchas ciudades.
Los beneficios que aportan las
choperas van mas allá de lo que vale la propia madera que producen.
Uno de ellos es el del senderismo y el cicloturismo a lo largo de
caminos y riberas de ríos
Pero siendo todo ello tangible e importante, lo que a
mi me interesa enfatizar, por mi vinculación profesional con el
agua, es el papel que juegan (o jugaron) las choperas como filtros
verdes de depuración de aguas residuales
urbanas o en el refino de las previamente tratadas, cuyos retornos
infiltrados recargan al acuífero de la Vega de Granada.
Cuando yo lo investigaba para mi tesis doctoral, allá por los años
1982-84, había plantadas unas 2.600 hectáreas. Entonces no existían
las depuradoras (ni se las esperaba), y todas las aguas residuales de
la ciudad y de sus pueblos del cinturón se aplicaban en riegos
de primavera y verano, o se careaban directamente sobre la tierra
(entarquinados, careos, etc.) en épocas no vegetativas de invierno.
Sea como fuere, las choperas eran lugar habitual y predilecto de
riegos por inundación con aguas residuales urbanas
brutas, sin ningún tipo de tratamiento de depuración previa. Lo que
yo veía por aquellos años eran unos chopos magníficos y de hojas
rabiosamente verdes, que crecían rápido. Sobre el suelo, después
de los generosos riegos, quedaba depositada una capa de limo negro,
orgánico, que los primeros días no olía nada bien. Un fertilizante
natural, que se oxidaba pronto, perdía el olor y ese intenso color
negro, de forma que mineralizada la materia orgánica, sus nutrientes
se iban incorporando poco a poco al suelo y de ahí a los árboles.
Se cerraba con ello el ciclo de la materia orgánica, que de
procedencia fecal se transformaba en madera, la fórmula mágica de
la depuración natural de los filtros verdes. Me imagino que ahora,
puestos a elegir, muchos agricultores preferirán regar con aguas
“limpias”, más que nada porque nos hemos dotado de criterios
sanitarios para las aguas de riego muy exigentes (excesivos para
muchos tipos de cultivos), porque no reciben contrapartidas por
utilizar esas “aguas negras” y porque las de hoy son menos
orgánicas y más tóxicas para las plantas que las de antes.
Y volviendo al hilo que traíamos, ¿qué pasaba
entonces con las aguas subterráneas subyacentes a las parcelas
irrigadas?, se preguntarán muchos. Pues que, aparte de presentar
ascensos notables de nivel piezométrico por la
eficiente recarga de los riegos aplicados, sorprendentemente no
manifestaban una contaminación alta. A nivel
mineral, incrementaban muy poco la salinidad y, en particular, los
contenidos de nitratos. Y a nivel microbiológico, contenían, como
era de esperar, patógenos indicadores de
contaminación fecal. Pero, ya quisieran los efluentes de las más
modernas depuradoras de hoy acercarse minimamente a aquellas
analíticas. Y cuando pasaba un tiempo sin regar, dentro del habitual
descanso y rotación de riegos, los patógenos iban desapareciendo
por la hostilidad que les suponía el medio subterráneo y la feroz
competencia con las abundantísimas colonias de bacterias aerobias.
En fin, todo esto es más que conocido a niveles
científicos, porque han sido muchos los estudios realizados sobre la
eficiencia y eficacia de los filtros verdes (en especial de las
choperas) en el tratamiento de las aguas residuales urbanas,
especialmente idóneos para pequeñas poblaciones. Porque, como
ocurre con cualquier instalación de depuración, las choperas
aceptan bien (digieren) hasta un máximo orgánico, entendido por
unidad de superficie y de tiempo.
Entonces, llegados a este punto, en el que ya voy
terminando, retomo una queja de Isabel, que reivindica, como medio de
salvar a las choperas más apoyos públicos, porque, según ella, “la
mejor manera se conservar la Vega es ayudar a los agricultores”. Y
estoy en gran parte de acuerdo. Entiendo que ello sería razonable e
interesado porque, cómo se ha visto, las choperas aportan unos
beneficios patrimoniales y ambientales que al final (y al principio)
repercuten en la sociedad en su conjunto. Especialmente justas y
necesarias serían esas compensaciones para el caso de choperas
situadas alrededor de núcleos de población, que pudieran ser
utilizadas para depuración de aguas residuales (en exclusiva o en
parte) y cuyos excedentes pudieran pasar a recargar un acuífero
subyacente, como podría ser el caso de bastantes choperas de la Vega
de Granada. Por contra, habría que hacer notar que las choperas
requieren tener garantizada ciertas cantidades de agua, al tiempo que
se trata de cultivos que generan pocos jornales agrícolas.
En cualquier caso, he pretendido con este artículo
hacer ver que las administraciones deberían hacer un esfuerzo mayor
por sustentar oficios o sectores en dificultades, de los que se
benefician directa e indirectamente otros sectores productivos, el
medio rural y natural, y la sociedad en general. He hablado del papel
que juegan algunas choperas, pero igual hubiera valido para el de los
acequieros en la Alpujarra, los pastores, los apicultores, o el de
tantos oficios tradicionales del mundo rural.
“Creo que mi sitio está entre
estos chopos musicales y estos ríos líricos que son un remanso
continuado, porque mi corazón descansa de una manera definitiva…”
(Federico García Lorca, 1921)
No hay comentarios:
Publicar un comentario